viernes, 24 de abril de 2009

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Hace justamente un año que su vida dio un giro de 180 grados, y medio que volvió a girar para terminar en el punto de partida. Por primera vez en seis meses lo echaba de menos a él, el contacto que tuvieron, su sonrisa (no se puede negar que la tenía bonita), las charlas en los parques,los crucigramas mientras se saltaban las clases, los recovecos de su cuerpo, y el compartir conocimientos sobre temas diversos, como sus carreras. No sólo lo que le proporcionó: seguridad en sí misma, cariño, que no sabía qué era procedente de una pareja, los abrazos, los besos y que la despertara en medio de la noche con ellos, las cosquillas a traición en la cama y también esos regalos originales que le hizo.

Y ahora añora todo eso. Pero no quiere un príncipe azul, pues nunca le gustó la monarquía. Se conforma con un tío normal. Que la respete, que tenga las cosas claras sobre lo que quiere en su vida y lo que siente (muy importante esto último), y que le aporte lo que le falta. Que le pueda enseñar cosas y que quiera aprender cosas que ella sabe.

Pero también sabe que igualmente que las cosas empiezan, también terminan. Y que terminan en el mismo punto en el que empezaron. Y cuando una termina, empieza otra, aunque pase mucho tiempo entre una y otra. De eso está totalmente convencida, de que todas las historias terminan antes o después, aunque guarda la pequeña llama de la esperanza de que le toque una que no termine.

Sólo quiere salir a la calle, pasárselo bien, y de camino a ver si encuentra a alguien del sexo contrario con el que poder compartir, también, un trozo de colchón de vez en cuando. De momento, tiene que conformarse con escuchar el colchón y los gemidos de los vecinos de arriba. Qué se le va a hacer...

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