miércoles, 15 de julio de 2009

Buscando en el cajón de los recuerdos

Ayer hice un descubrimiento. encontré algo que pensaba que estaba perdido. Pero no. No estaba perdido. Estaba bien guardado en el cajón del escritorio que un día fue de mi hermano. La caja de bombones llena de bolígrafos y cosas de mi hermano impedía cerrar el cajón, o más bien, abrirlo. Y ahí estaba yo, deseosa de que no volviera a pasar, vaciando las cosas para hacerlo mío y guardar los calcetines de la mudanza.

Pero voilà! Ahí estaba él. El recuerdo de mi abuelo hecho libro. Ese libro que me hacía siempre la misma pregunta (por su título, no por otra cosa): "¿Quiere usted aprender alemán en 10 días?" Pues claro que sí. No sólo me gustaría sino que ya puedo entnderlo. De pequeña no entendía nada y ahora con el año que di de alemán en la escuela de idiomas se nota, pero no creo que lo coja.
Ahora sus hojas están amarillentas, claro, que es normal, que es del año 1962, que menos.

Está un poco remendado con fiso (amarillento también) y algunas hojas sueltas. Te enseñan todo lo que tienes que decir desde que llegas al aeropuerto, hasa que salgas del país alemán. Y encima diccionario.

También encontré una anotación de mi abuelo que ponía "el que no sepa este idioma es un torpe y un toro" (¿Ein?) ¿Un toro? ¿Por lo de cornudo? No lo entiendo.

Pero lo he encontrado, que es lo que yo quería, desde que murió en noviembre. Ahora me queda el recuerdo suyo y de sus historias. Historias de lo que tenía que hacer para poder salir con mi abuela cuando eran novios y sólo había un par de zapatos para 6 hermanos. De lo estricto que era mi bisabuelo (ese hombre que murió cuando yo tenía 3 años y que recuerdo que bscaba sus piernas debajo de la cama). Sí, podría tener un recuerdo más bonito de él, pero es que es el único que tengo, qué se le va a hacer. Mi madre se sorprende cuando se lo cuento.

También me contaba y me enseñó a predecir el tiempo que hará al año siguiente mediante "las cabeñuelas" que se apuntan durante el mes de agosto. Es una cosa que siempre me ha parecido interesante y que nadie de mi familia ha aprendido. Así que nada, yo tengo el poder, muajaja (es broma).

Me contaba cómo y qué se cultivaba su padre en la huerta, esa huerta donde al final, después de 50 años, ha vuelto mi hermano, comprando su casa en loq eu fue el sitio donde se criaron mi abuelo y sus 21 hermanos (que no, que no me he equivocado en el número, mi bisabuela tuvo 22 hijos). Me contaba en una de esas tantas veces que cierto político del PP andaluz era el cacique de su pueblo (uno de la sierra de Cádiz). Nadie creía sus historias sobre la guerra civil española, que a él le cogió ya adolescente, ni ninguna otra. Los primeros que no lo creían eran sus hijos. Pero a mí me encantaban.

Y llegó el día en que emigró, a Alemania, con su librito para poder defenderse, como muchos tantos de mi pueblo. Como el abuelo de ese futbolista del Real Madrid, Rafael Van der Vaart, nieto de "El Marrillo", que mi abuelo conocía y que prácticamente era mi vecino.

Aquí en mi pueblo, cada vez que paso por el lado del monumento a los emigrantes chiclaneros, me acuerdo de él, de sus postales perfectamente guardadas y conservadas que enviaba a la familia. Según me contó una vez, se llevó todo el año que estuvo allí, comiendo a base de sopa de sobre. Cuánto echaría de menos los embutidos que hacía mi abuela cuando la matanza de los cochinos y que mi madre ayudaba a preparar...

Ahora más que nunca, está él ahí, vivo en mi recuerdo. Y me viene a la cabeza, ahora mismo, el entusiasmo que tenía en que yo fuera a algún concurso, en especial "Saber y ganar" (anda que no pides tú ná, abuelo), y cuando ya estaba enfermo que no quería comer y yo no le daba elección. Le iba metiendo la cuchara en la boca y no le daba tiempo a protestar. Eso sólo lo pude lograr yo. Ni mis tíos ni mi madre lo consiguieron.

Me quedo con eso, con todos esos recuerdos. Otro día contaré las curiosidades (graciosas) de mi abuelo.

1 comentario:

  1. Me ha emocionado mucho tu entrada, porque yo también he vivido algo parecido hace poco. No TAN especial, pero sí lo suficiente como para empañarme los ojos.

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